migración estudiantil en Chile

La migración estudiantil en Chile: extranjeros que llegan a cursar estudios superiores

En Chile, la migración estudiantil no es un fenómeno nuevo, pero sí uno que ha cobrado fuerza en los últimos años. Jóvenes de distintos países —principalmente de América Latina y el Caribe— han comenzado a ver en las universidades chilenas una oportunidad para formarse, reinventarse y construir un futuro lejos de sus países de origen. No llegan como turistas ni como trabajadores temporales. Llegan con mochilas llenas de expectativas, certificados académicos, y en muchos casos, con historias de desplazamiento que no caben en un formulario de admisión.

Chile como destino académico en América Latina

Desde hace más de dos décadas, Chile ha consolidado una oferta educativa que atrae a estudiantes extranjeros por su calidad académica, estabilidad institucional y diversidad de programas. Universidades como la Pontificia Universidad Católica de Chile, la Universidad de Chile y la Universidad de Santiago figuran en rankings internacionales y ofrecen programas de pregrado y posgrado que compiten con los de países como México, Argentina o Colombia.

Pero más allá de los rankings, lo que seduce a muchos estudiantes es la posibilidad de acceder a una formación con enfoque regional, en un país que —pese a sus desafíos— mantiene una institucionalidad democrática y una infraestructura universitaria sólida. Según el Ministerio de Educación, en 2023 más de 25.000 estudiantes extranjeros estaban matriculados en instituciones de educación superior chilenas, una cifra que ha ido en aumento desde 2015.

¿De dónde vienen y por qué eligen Chile?

La mayoría de los estudiantes migrantes provienen de Venezuela, Colombia, Perú, Haití y República Dominicana. Algunos llegan por razones académicas, otros por necesidad. En muchos casos, la decisión de estudiar en Chile está ligada a procesos migratorios familiares: padres que se establecen en el país y luego buscan que sus hijos accedan a la educación superior.

Otros jóvenes migran solos, impulsados por becas, convenios internacionales o simplemente por la esperanza de encontrar en Chile un entorno más seguro y estable. La Radiografía de matrícula migrante elaborada por Idea País en 2024 muestra que la Región Metropolitana concentra el 54% de los estudiantes extranjeros, seguida por regiones del norte como Tarapacá y Antofagasta, donde la presencia migrante es históricamente alta.

Barreras que no aparecen en los folletos universitarios

Llegar a Chile con la intención de estudiar no garantiza que el camino sea fácil. Muchos jóvenes se enfrentan a una serie de obstáculos que van desde la burocracia migratoria hasta la falta de información sobre el sistema educativo. El Journal of International Students publicó en 2023 un estudio que recoge testimonios de estudiantes migrantes que debieron esperar hasta tres años para obtener la residencia definitiva, lo que les impidió acceder a becas estatales o créditos universitarios.

A esto se suma la dificultad para homologar títulos, validar estudios previos o incluso comprender los requisitos de admisión. En palabras de Andrea Riedemann, investigadora de la Universidad Central, “el acceso a la universidad para estudiantes migrantes está mediado por una serie de barreras invisibles que no tienen que ver con el rendimiento académico, sino con el estatus migratorio y la falta de redes de apoyo”.

Redes de apoyo y estrategias de integración

A pesar de las dificultades, muchas universidades han comenzado a implementar programas de acompañamiento para estudiantes migrantes. Estos incluyen tutorías académicas, orientación legal, apoyo psicológico y actividades de integración cultural. La Universidad de Santiago, por ejemplo, cuenta con una Oficina de Inclusión que trabaja directamente con estudiantes extranjeros para facilitar su adaptación al entorno universitario.

También existen iniciativas como el Programa de Interculturalidad en Educación Superior, impulsado por el Centro de Políticas Migratorias, que busca promover una educación inclusiva y respetuosa de la diversidad cultural. Este tipo de programas no solo benefician a los estudiantes migrantes, sino que enriquecen el ambiente académico para todos.

¿Qué estudian los migrantes en Chile?

Aunque no hay una única tendencia, muchos estudiantes migrantes optan por carreras ligadas a la salud, la ingeniería, la educación y las ciencias sociales. Estas áreas no solo tienen alta demanda laboral, sino que también permiten una inserción más rápida en el mercado chileno. En algunos casos, los estudiantes eligen carreras técnicas como enfermería, gastronomía o administración, que ofrecen una formación más corta y directa.

Otros apuestan por programas de posgrado, especialmente en universidades que tienen convenios con instituciones extranjeras. La Universidad de Chile, por ejemplo, mantiene acuerdos con universidades venezolanas y colombianas que permiten la convalidación de estudios y el acceso a programas de magíster y doctorado.

Comparación entre estudiantes nacionales y migrantes

IndicadorEstudiantes chilenosEstudiantes migrantes
Acceso a becas estatalesAltoBajo (por residencia)
Concentración en universidadesDiversaAlta en públicas
Tasa de deserción12%18%
Participación en redes de apoyoMediaAlta
Dificultades administrativasBajaAlta

El impacto cultural y académico de la migración estudiantil

La presencia de estudiantes extranjeros no solo transforma las estadísticas. También modifica la forma en que se vive la universidad. Las aulas se vuelven más diversas, los debates más ricos, y las experiencias compartidas más complejas. En muchos casos, los estudiantes migrantes aportan perspectivas que desafían los discursos dominantes y obligan a repensar los contenidos curriculares desde una mirada más latinoamericana.

Este impacto no siempre es visible, pero se siente. Profesores que adaptan sus clases para incluir referencias culturales distintas, compañeros que aprenden nuevas formas de ver el mundo, y comunidades universitarias que se vuelven más abiertas y empáticas. La migración estudiantil, en ese sentido, no es solo un fenómeno demográfico. Es una oportunidad para construir una educación superior más humana y conectada con la realidad regional.

¿Qué falta por hacer?

Aunque se han dado pasos importantes, aún queda mucho por mejorar. La falta de información clara sobre procesos de admisión, becas y requisitos migratorios sigue siendo un problema. También es necesario revisar las políticas de financiamiento, para que los estudiantes migrantes puedan acceder a beneficios sin tener que esperar años por una residencia definitiva.

Las universidades, por su parte, deben fortalecer sus programas de inclusión y generar espacios de participación real para estudiantes migrantes. No basta con recibirlos. Hay que escucharlos, integrarlos y reconocer sus aportes.

Una historia que sigue escribiéndose

Cada estudiante migrante que llega a Chile trae consigo una historia única. Algunas están marcadas por el dolor del exilio, otras por la esperanza de un futuro mejor. Todas, sin excepción, merecen ser contadas. Porque detrás de cada matrícula hay una decisión valiente, una apuesta por el conocimiento y una búsqueda de sentido en medio de la incertidumbre.

Y si algo puede ofrecer la educación superior chilena, más allá de títulos y diplomas, es justamente eso: un espacio para reconstruirse, aprender y formar parte de una comunidad que, aunque imperfecta, sigue creyendo en el poder transformador del estudio.

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